Según la opinión de la pequeña comunidad de los samaritanos, se completó con el Deuteronomio, pues ellos sólo aceptan como sagrados los primeros cinco libros de la Biblia (Torah), o sea, los que escribió Moisés.
Según la opinión de los hebreos, el canon de las Sagradas Escrituras se completó con el libro del profeta Malaquías. Se considera que fue Esdras quien fijó el canon del Antiguo Testamento, en el siglo cuarto antes de Cristo.
Para los cristianos es el libro de Apocalipsis el que completa la lista de los libros canónicos. Lo que dice Apo.22:18 y 19 es considerado por la generalidad de los cristianos como un signo de «punto final» a la revelación escrita, pero, ¿es eso realmente lo que quiso decir el apóstol Juan? Juan escribió:
"Porque yo protesto a cualquiera que oye las palabras de la profecía de este libro: si alguno añadiere a estas cosas, Dios pondrá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y cualquiera que quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad..." Apo.22:18 y 19.
Pero muchos siglos antes de que Juan escribiera esas palabras ya se había escrito esta otra sentencia:
"Toda palabra de Dios es limpia; es escudo a los que en Él esperan. No añadas a sus palabras, porque no te reprenda, y seas hallado mentiroso." Prov.30:5 y 6.
Y con mucha mayor anterioridad Moisés escribió:
"No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehováh vuestro Dios que yo os mando. Cuidaréis de hacer todo lo que yo os mando: no añadirás a ello ni quitarás de ello." Deut.4:2 y 12:32.
Moisés no quiso decir que nadie más, después de él, sería usado por el Espíritu Santo para escribir Palabra de Dios. Tampoco el proverbista quiso decir algo parecido. Lo que ellos quisieron decir es que el hombre no debe tratar de añadir a la Palabra de Dios, pero no dejaban de reconocer que Dios sí puede seguir revelando su Palabra a los hombres. Dios quiso que la revelación divina fuese progresiva, de modo que a cada generación le fuese declarada su Palabra según fuese capaz de asimilarla, y por tanto, después del Pentateuco, y después de los Proverbios, varios profetas siguieron escribiendo Palabras de Jehováh.
La mayor revelación que Dios ha hecho de sí mismo ha sido en la persona de Jesús; y aunque Jesús no escribió libro alguno, sus seguidores cercanos, los que fueron testigos presenciales de su vida y enseñanzas, sí escribieron varios libros, que en conjunto conocemos como el Nuevo Testamento. Pablo, y posiblemente Lucas, no se encontraban entre tales testigos presenciales, pero sus escritos merecieron la aprobación de los demás apóstoles, especialmente de Pedro (2Ped.3:15-16).
Se cree que Juan fue el más joven de los doce primeros apóstoles, y que por tanto sobrevivió a los demás. Él escribió el Apocalipsis en su vejez, y cuando dijo: “Si alguno añadiere a estas cosas...” se estaba refiriendo específicamente a “...las palabras de la profecía de este libro”, lo cual no necesariamente indica que Dios ya había terminado de revelar su voluntad.
Los judíos no se han atrevido a agregar otros libros a la lista fijada por Esdras, pero sus diversas interpretaciones de esos libros han sido recopiladas en el Talmud, que es una obra literaria extensísima que dio forma escrita a la tradición oral, y a la cual tienen en casi la misma estima que a las Sagradas Escrituras. Los judíos del tiempo de Jesús invalidaban los mandamientos de Dios para guardar la tradición (Mat.15:3 y 6; Mar.7:9), ¿y ahora?
Los jerarcas de la iglesia Católica dicen que la Biblia no es regla de fe completa, por lo que consideran que la tradición de la iglesia es un complemento de la Biblia. Según ellos, la tradición contiene las enseñanzas apostólicas que fueron trasmitidas a la iglesia en forma oral de una generación a otra, y que con el andar del tiempo tomó forma escrita en la obra de los llamados padres de la iglesia y en las decisiones de los concilios. En la práctica los católicos se guían más por la tradición que por la Biblia.
Los llamados Santos de los Últimos Días (mormones) afirman que las Sagradas Escrituras no se completaron con el libro de Apocalipsis, por lo cual creen que el libro de Mormón y otros, escritos por un supuesto profeta del siglo pasado, son tan sagrados como la Biblia misma. En la práctica los mormones también se han apartado bastante de las enseñanzas bíblicas para dar preferencia a su propia literatura.
Los cristianos de veras creemos que la Biblia es regla de fe completa, es decir, que ella contiene todo el plan de salvación para el hombre. Creemos que el Espíritu Santo ha seguido teniendo distintas manifestaciones en distintos hombres y en distintas épocas. Creemos que sus últimas manifestaciones son tan ciertas como las primeras, pero siendo las primeras «una regla de fe completa», no aceptamos que las últimas contengan algún elemento doctrinal nuevo, y mucho menos contradictorio a las enseñanzas que los apóstoles y profetas de la antigüedad nos dejaron por escrito.
Ob. B. Luis, Brownsville, julio 11 de 1994.
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